“Acondicionamiento de agua”, “Reestructuración de agua”, “eliminación electroquímica de cal “, estos son solo algunos de los muchos términos que se usan para describir tecnologías diseñadas para evitar la acumulación de cal mediante reacción electroquímica.

A lo largo de varias décadas han existido sistemas basados en el uso de imanes, bobinas y radiofrecuencias, por nombrar algunos. Todos tienen en común que no pueden garantizar la eliminación real de la cal en todos los ambientes. No son productos pobres o ineficaces, pero están limitados por la ciencia que respalda cómo funcionan, así que, como mucho, solo pueden ayudar a reducir el problema, no eliminarlo. Esto es ampliamente aceptado y respaldado por estudios científicos independientes, y en muchos casos abiertamente documentados en las propias webs de los fabricantes.

En la mayoría de los casos, estos sistemas intentan forzar la precipitación de los minerales que forman la cal de la solución de agua. Cuando están disueltos, estos minerales no son visibles pero, forzando su precipitación, modifican su estado de líquido a sólido. Eso se logra con determinado éxito, pero nunca del todo. Sin embargo, lo que ocurre después es muy importante: Ahora que los minerales están fuera de la disolución y se adhieren unos a otros en una nueva forma, puede que no formen acumulaciones de cal, pero se deben filtrar estos depósitos visibles del sistema de agua.
Si no se hace esto, puede que nuestros aparatos y equipos de calefacción se estropeen o simplemente que los minerales acaben otra vez disolviéndose en la solución y que los problemas de agua dura se perpetúen.